El aire
cambió su olor al despertar: era ella.
Nervioso,
ansioso, preocupado, miraba a todo y nada, caminaba, las ideas en mi mente no
eran claras, ¿tendría una meta?, ¿será su olor?
Y seguí
caminando sin rumbo, seguro de llegar, caminé, no sé cuánto tiempo, el reloj se
negaba a avanzar, dejé atrás al tiempo y mi meta tomaba forma de mujer… me paré
un segundo a pensar y mi mente seguía en blanco, el olor en el aire empezó a
tomar un matiz familiar, aún indefinido y agradable.
Y siguiendo
el rastro del viento me atreví a volar, y el superhombre me invadió: acabé con
los nervios, ansiedad, preocupación. La meta era fija: seguir ese algo con
forma de mujer y aquel olor.
El cielo
estaba a mi favor, el viento me tomó de la mano y me invitó a seguir, sentía
las nubes en mi rostro haciendo del cielo mi lugar perfecto. Por un minuto
sentí el cansancio y me detuve a contemplar el paisaje desde el cielo:
montañas, lagos, grandes llanuras; y el viento me golpeó la cara recordándome
seguir, y el aire cambió su olor.
Era
fuerte, un aroma intenso que le puso rostro a esa silueta con forma de mujer:
era ella.
«¿Y si es
un sueño?», me pregunté, como desafiando al superhombre, supuse
caer por un segundo, pero su olor era más fuerte y seguí volando…
Y el viento me llevó a un lugar extraño que gritaba mi nombre,
insistente, fuerte, dulce… en ese momento me sentí perdido, miraba a todas
partes: buscándola.
Y en ese instante el superhombre desapareció, caí de golpe al suelo.
Aturdido, nervioso, me puse de pie, miré al horizonte y era ella, ¿era ella?. Confundido
aún me acerqué, como si la hubiese conocido, respiré profundo y le planté un
beso, el aire cambió de olor, mi cuerpo, mi mirada. Me convertí en ése ríe, el
que canta, ése de ella.
Era el día perfecto, tomé su mano para no soltarla y caminamos rápido
con rumbo al paraíso: al de su voz, al de su cuerpo, su cara, su aroma…
Y todo el silencio, las miradas, las caricias, se convirtieron en una
«batalla brutal» y no importaba ganar sino seguir peleando, a piel, corazón a
corazón…
Y la «batalla» se convertía en sueños, en miradas profundas, en gritos,
en su aliento en mi ser, en su cintura en mis manos, mi batalla se convertía en
ella, moría con ella y resucitaba una y otra vez, porque era ella… si
terminamos muertos resucité en sus ojos y en su voz, es sus «te amo», resucité
para vivir por ella.
Y el tiempo que dejé atrás no llegaba, y seguíamos unidos en un solo
latido, burlándonos de la distancia, nos reíamos juntos del tiempo, no
importaba nada, fuimos más fuertes que el «destino» y hasta nos burlamos del
amor, haciéndolo pequeño.
Nací de ella y me mataba, renacía en ella, moría. Esto de matarme a
besos, golpes y caricias me invitó a vivir.
Y sentí que pasaron años sin salir de ella, crecíamos juntos, corazón a
corazón, latido a latido, piel con piel. Y el sonido de su voz que no dejaba de
encender mis sentidos y ver el mundo con color a ella. No existe más.
Entonces, el aire cambió su olor, anunciando la venida del tiempo, del
tiempo que llegó a tomar venganza y llevarme de vuelta, ése tiempo que no
perdona, el que no olvida, ése que pudimos ganar.
Cada lágrima en sus ojos debilita al tiempo, esas caricias y los besos,
se sellaron en un pacto para matar al tiempo, para que no regrese nunca.
Abrí los ojos a la realidad… y el aire cambió su olor...
Demasiado hermoso.
ResponderEliminarBien ahí. Me atrapó.
ResponderEliminarMuy bueno amigo, me sorprende que con la dureza con que a veces te expresas en Twitter tengas la sensibilidad de escribir piezas así. Buen día.
ResponderEliminar@Tuiterodactilo
Muchas gracias, Taber. Abrazo.
EliminarA veces las palabras no bastan para expresar lo mucho que nos agrada algo, en este caso me limito a decir gracias por compartirlo con nosotros, muy lindo tu escrito.
ResponderEliminarMuchas gracias, qué gusto.
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